domingo, 16 de enero de 2011

Espías

Uno no había prestado demasiada atención a lo de Wikileaks. Chismorreos de poco interés que más parecían responder a un deseo de vender periódicos y ganar dinero por parte de su responsable. No me disgustaba el hecho. "Tenemos derecho a saber". Uno sigue los impulsos de la masa.
Leyendo sin embargo aquí y allá las cosas cambian. Control de los impulsos y de los esfínteres. Nos hace civilizados.



Hace unos meses acabé de ver completitas todas las temporadas de una serie impresionante, The Wire. Lo primero que se te viene a la cabeza, una vez digerido el trance, es la imposibilidad de que algo así suceda en nuestra querida tierra. Ese destripamiento feroz de casi todas las estructuras institucionales de la ciudad de Baltimore, disparando por doquier, dejando apenas unos muñecos en pie que llegan a tambalearse por momentos (McNulty). Esa sensación de realidad no fingida ni impostada. Siguen siendo el centro de la civilización por cosas como esas.

Os dejo un magnífico especial sobre la serie en el que se habla del resurgir de la tele y, sobre todo, de productoras como HBO, responsable también de la magnífica Los Soprano o Deadwood por mencionar dos series que recientemente he visto enteras. En ellas, por cierto, aparecen dos de los mejores villanos que tal vez hayan aparecido nunca desde Shakespeare (mira que exagero): Tony Soprano y Al Swearengen.



Aviso de que a la serie cuesta cogerle al principio el ritmo. Andas un poco perdido entre esta gente de tonos grises y reales como los protagonistas de un cuadro de Caravaggio (apenas se ven los trucos que logran la verosimilitud). Hay además una cierta tristeza en todo ello, tal vez la realidad. La corrupción campa a sus anchas a todos los niveles. La debilidad frente al dinero o el poder es general salvo casos aislados. No parece haber salida y las cosas no van a mejorar en gran manera. Esa sensación de vacío que te deja el final de cada temporada hay que ponerla sin embargo en contexto. Y a la falta de soluciones limpias se une la lentitud del proceso hacia esa nada. Un capítulo puede significar sólo un pequeño avance. No esperemos un ritmo trepidante sino más bien una tensión sostenida que se retuerce y nos engancha.

No sobra nadie. En otras series siempre hay historias que parecen de relleno. No ocurre en este caso. Todos los protagonistas son necesarios y funcionan de forma admirable, desde McNulty a Stringer Bell. Entre los personajes a los que les coges un cariño especial está Omar. Tipo inclasificable, una especie de libertario con principios en el mundo de la droga. Alguien que rompe los estereotipos. Mata, roba, ama y ...


Disfrutad de esta obra maestra.