sábado, 15 de noviembre de 2008

Rembrandt



La actividad expositiva se mantiene en perfecta forma en Madrid. Recientemente he podido repasar algunas de las más destacadas. Resultan interesantes tanto la de los etruscos del Caixaforum como la de las vanguardias y la guerra del Thyssen. Esta segunda con un carácter más informativo y formativo que realmente estético salvo algunas magníficas obras, la mayoría ya presentes en el propio museo. Deliciosa resulta la pequeña exposición sobre Degas de la nueva Fundación Mapfre (y aun mejor la página web dedicada la misma).
Me centraré en la más destacada de todas, la de Rembrandt del Museo del Prado. No es mi artista preferido pero siempre me han perturbado sobremanera algunas de sus obras, fundamentalmente los pequeños cuadros religiosos y los de su etapa final. La muestra del Prado está dedicada a sus cuadros de "historias" y resulta bastante pobre. Hoy en día es muy complicado conseguir préstamos de obras importantes y peor aun hacer una muestra de un artista apenas representado en el museo. Es el caso, pero también es verdad que es una magnífica oportunidad para acercarnos a un artista apenas presente en colecciones españolas.
Hay unas cuantas obras que me parecen magníficas, los ya comentados pequeños cuadros religiosos, de una espiritualidad desbordante, y la magnífica Betsabé del Louvre. Emparejada con el Marte de Velázquez (una de mis obras favoritas del sevillano), parece devorarlo en principio. Más detenidamente, éste revela sus triunfos aunque creo que se deja derrotar por el holandés (a uno el aire clasicista del Dios le deja un tanto frío frente a la intensidad del personaje bíblico. No soy yo muy del Renacimiento ni del Barroco clasicista). Fuera de aquí, y de algunos de los grabados (espléndidos sobre todo el los 100 florines que ya habíamos contemplado,me parece, en la Biblioteca Nacional), creo que, en ocasiones, Rembrandt resulta ridículo. Tal vez me exceda pero sus grandes cuadros bíblicos como el de Sansón me parecen poco creíbles, sus Diosas son meras pescaderas gordezuelas sin ningún encanto, sus santos sin fe (qué diferencia con el magnífico Ribera que hay a su lado. Pintor este al que habríamos de reivindicar algo más),...
Evidentemente esto viene determinado por la dificultad en los préstamos. Aunque a uno le dejan igual de fríos sus archiconocidos retratos de grupo (Lección de anatomía o la Ronda de Noche, ¡qué decepción al contemplarla!), tal vez a excepción del Síndico de pañeros (no casualmente de su etapa final), sus obras últimas son de una intensidad y modernidad insuperables. Me refiero a asuntos como el retorno del hijo pródigo (increíbles esas texturas) o sus autorretratos finales (en Amsterdam lo vi colgado al lado del más famoso autorretrato de Van Gogh y conseguía que casi ni le prestaras atención). Este hombre ganó mucho con la edad.

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