viernes, 30 de marzo de 2012

Huelgas

Complicada la situación. Complicada la actitud a tomar ante las medidas que se vienen aprobando.

Cabe una cierta resignación, que algunos llamarían aceptación de la realidad. No queda otra. El país está al borde del impago, necesitamos de otros y estos nos exigen alguien en quien creer. Debemos demostrarlo y eso exige acabar con la fiesta de la última década. Cualquiera reconoce el derroche. Todos querían/queríamos tener de aquello. Hoy nadie se lo atribuye. Están los políticos. Junto con los banqueros son como los niños en una casa, responsables de cualquier tropelía.

Cabe indignarse y defender unos derechos que se están recortando en todos los sentidos. La reforma laboral es un claro ejemplo. Las tijeras en los servicios sociales. Hay que movilizarse. El ciudadano no es responsable de nada y por tanto -dice- no debe cargar con nada. El problema es que existe la realidad y formamos parte de ella. Resistencia a cualquier precio ¿No se puede retroceder en derechos sociales o económicos aun a pesar de la realidad? El problema es el límite. Tan impreciso como el Bautista de Leonardo.



Y en la fiesta tenemos invitados. Unos casi cadáveres han resucitado (las campanas de Jericó tocadas desde Sevilla). Y el cainismo se fortalece, es una especialidad de la casa. Los que piden sacrificios, hace unos meses se negaron a apoyar a aquel que los empezaba por fin a exigir. Ahora el caldo ha cambiado de dueño pero la situación es la misma. Papeles intercambiados. Irresponsabilidad. Y al margen, siempre con los cuchillos preparados, unos personajes que tienen mucho del pasado, realmente siguen en la historia, listos para el carroñeo. Dulcinistas cuyo oficio es destruir hasta alcanzar la Arcadia deseada. Viven de la negación y del mito, de la amenaza y del victimismo.

Años duros por delante. Se probó el néctar. Es difícil olvidarlo. Y luego esos vende-libros dispuestos a colocarnos una novelita rosa como si fuera Shakespeare. Lo que hace la desesperación. Y el dogma.

De momento se aguanta con criterio. No sé si será la desgana que antecede a la desesperación.

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